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La autorregulación es vida, estar en contacto con las propias necesidades para más adelante ser capaz de ver las de los demás.
Es respetar nuestra biología y nuestra salud.
Somos nosotros los que enseñamos a los niños a manipular, la sociedad, la cultura. Un niño respetado y que ve que sus padres respetan, no necesita que nadie le enseñe a respetar. Velamos por su seguridad y su salud, proporcionandoles un marco de contención desde la presencia.
La base de casi todos los problemas planteados por los padres está en el choque de la vida, del instinto, con lo que nos dicta la sociedad. Una sociedad enferma. Un niño lleno de vida debe ser comprendido y acompañado, no frustrado para adaptarse a ella y pasar a estar enfermo también.
Cuando se comprende esto la vida en las familias cambia, se abandonan las luchas de poder inexistentes, el malestar de todos. Se abordan las situaciones sabiendo qué comprende o pretende un niño en esa edad, solucionándolas cuando es necesario hacerlo con las herramientas adecuadas.
Autorregulación es estar en contacto con lo que uno siente, con nuestras necesidades, con nuestro ser. Es salud mental. Vamos perdiendo la capacidad de autorregularnos debido a lo que vamos viviendo, con crianzas adaptadas a lo cultural que nada tienen que ver con lo que necesita un ser humano. Creamos automatismos para sobrevivir, que después se convierten en trampas de las que no podemos escapar. Trampas de las que muchas veces ni siquiera somos conscientes y que van a condicionar nuestra relación de pareja, con nosotros mismos, las relaciones sociales, nuestra emocionalidad, nuestra capacidad de ser resilientes o por el contrario hundirnos, etc. Y esto, se gesta en nuestras infancias.
La autorregulación es utópica en una sociedad enferma, pero debemos intentar aproximarnos todo lo posible a lo saludable para que generación tras generación se vaya produciendo el cambio y para que nuestros hijos sean lo más felices posible. Es desde la infancia y la prevención desde donde se cambia el mundo.